jueves, 13 de agosto de 2009

El tiempo, juez implacable

Ya he comentado alguna vez que tengo por costumbre no leer a autores que aún se cuenten entre nosotros. Según algunos, me pierdo buenas lecturas por culpa de esta actitud, aunque hago excepciones, contadísimas, por ejemplo con García Márquez. Lo cierto es que no me puedo quejar, no leer al Larsson dichoso me ahorra un buen número de conversaciones insípidas, y, más importante todavía, soy yo el que elijo mis lecturas, y no el jurado del Planeta o la lista del día del libro.
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Tengo una razón poderosa que me justifica: el tiempo corre a favor de la calidad. Así, dejando que actúe, le llega a uno un filtro de lo publicado, una selección más allá de modas pasajeras y campañas promocionales, recomendaciones interesadas según la ley del quid pro quo, etc. Todo esto plantea un desafío: ¿cómo saber qué autores de hoy serán leídos en un par de siglos? Eso si es que en un par de siglos alguien leerá...