Ya comenté hace algún tiempo que nuestro profesor favorito me había hecho una lista de obras fundamentales de filosofía, que ha de servirme para entrar (por la puerta grande) en esa disciplina que nadie, pobre víctima de sucesivos nefastos sistemas educativos, me enseñó.
Dicha lista, como no podía ser de otra manera, empieza con Platón y su República. Más allá de las ideas políticas que contenga la obra, no deja de ser una lectura placentera, fácil en el buen sentido de la palabra. Animado por esta experiencia, pasé al segundo autor de la lista con entusiasmo. Allí me esperaba Aristóteles, con dos obras fundamentales en nuestra historia: Física y Ética Eudemia. Pero el alumno se separa del maestro...
Leer a Aristóteles me ha hecho recordar las peores épocas de estudio, aquellas en las que pasas hoja tras hoja sin entusiasmo, casi mecánicamente. Seguro que influye en tan poca fluidez el que lo que nos ha llegado de Aristóteles no fue escrito pensando en su publicación, sino que más bien son apuntes tomados de sus clases en el Liceo. Y es que parece justo eso: apuntes de clases, nada de la literatura, del ritmo, de la pasión que destila Platón. Realmente su corpus se hace un hueso duro... Ahora entiendo porqué gustaba tanto al cristianismo medieval, donde todo estaba tan ordenado, tan cuadriculado.
En definitiva, e insisto que hablo desde un punto de vista puramente literario, sólo su Poética me parece digerible, a lo mejor porque precisamente por tratar de literatura nos da un respiro. Por lo demás, un maestro completo (trata de todos los temas) pero muy poco agradecido de leer. Y no se trata de que no lo haga fácil, nada peor que algo complicado que intenta ser explicado de forma sencilla (véase la divulgación), sino de que lo hace tan pesado que a uno le cuesta seguir. En fin, que todo requiere un esfuerzo, y si es del estagirita, más.